Por Valentina Marealta
Noche de San Juan
a Blackie, por la noche que la mecha quemó hasta el final.
Te lo advierto:
es perfectamente posible
tener las manos tan y tan llenas
que terminas con nada,
que arrojas todo al piso.
Así, sin culpa.
También así, sin culpa,
algunas caricias
fuera de tiempo y lugar
son vidrios en los ojos.
Así mis manos, las tuyas,
cántaros rotos por el peso de tanto oro,
se despiden a diario desde hoy.
¿Recuerdas el compartimiento extra
que le instalamos al futuro?
¿Lo recuerdas lleno, llenito, hasta arriba
de agua, peces y algas?
¿De mantecado con rimas baratas,
tardes hechas de Palmas?
¿Recuerdas nuestro colchón en el piso
el de dormir abrazados,
en el que engañábamos al frío?
Ese no era nuestro lugar,
aquella calma no fue hecha para nosotros
aquella armonía era una afrenta.
¿Recuerdas como nada de eso nos detuvo?
A pesar de las advertencias,
quisimos arder.
Porque también es rico buscar así el final.
Porque también da gusto abrir así la boca
y atragantarse con el ideal
Porque sí, es posible,
es válido
morir de tanta belleza
morir de plenitud
de amor
de amar.