de Heidi Marie Muñoz
Desde niña se encerró en el cuarto cuando entraba la noche. No soportaba ver esos insectos que alumbran su camino. No obstante, un día, un escarabajo de esos pasó desapercibido y se alejó dentro de la almohada de Lucía. Todas las noches, bebía de su sangre, sin encender su distinguida luz. Un fantasma entre cuatro paredes de plumas.
Seis noches, y el escarabajo había terminado de vaciar a Lucía.
Y en la séptima noche lo único que quedaba era la luz extrañamente que brotaba de la cama.