de Heidi Marie Muñoz
Tres antes meridiano, y entre conciliar el sueño y el cabrón
Tun…
Tun…
T U N…
en la puerta de la casa todas las madrugadas, no había forma de dormir en paz. Igual, no había deidad que me levantase a inspeccionar el sonido. No obstante, me negaba a vivir como los viejos paranoicos de los cuales Cortázar narró. Mi casa no sería una casa tomada, no, me negaba. Ay, carajos, pero esto de vivir sólo ya dejaba de ser divertido. Ya he cambiado la puerta en tres ocasiones, y sin falta a las mismísimas tres y treinta y tres vuelven a tocar la puerta. Cada vez con mayor intensidad.
Llevo seis meses y seis días en esta maldita casa, y el “lease” se termina en seis meses más. Ya no puedo dormir aquí. Tres y treinta antes meridiano. Me estoy volviendo loco. Tres y treinta y tres antes meridiano,
tocaron a la puerta de manera distinta…
T U N…
T U N…
T U N…
PUUUUUUUM.
Hoy me vinieron a buscar.