de Heidi Marie Muñoz

 

Un día cualquiera le conocí. Traía un suéter de nueve libras de insomnio tras sus párpados y una tonelada de inseguridades. Aguantaba sus ojeras con vocablos rebuscados. Hablaba en enredos, de esos que adornan sus cabellos. No aguanté la urgencia de preguntarle la razón de su desvelar.

  • “Perdí la noción de la vida…

… ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción.” 2 me respondió mientras fijaba su mirar al horizonte.

Era obvio que me encontré con alguien que padecía de sus facultades mentales. Quizás soñó que se encontró cargada de estas prisiones.2

No me privé de contestarle que estamos en un mundo tan singular.

Al escucharme, tornó su mirada al cielo, como quien busca de alguna deidad que le atienda sus súplicas.

―“¡Ay, mísera de mí!

Ya que me tratas así,
qué delito cometí
contra ustedes naciendo.

Pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

 

¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás? ” 1

 

Soltó una leve carcajada,

Cambió su mirada al suelo, y susurró:

“¿quién te dio tanto poder?”

El banco cada vez se hacía más diminuto, ya no sé si estaba sólo o tenía compañía, sólo sé que un día cualquiera le perdí.

  1. Primer soliloquio de Segismundo en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.
  2. Segundo Soliloquio de Segismundo en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.

 

 

 

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