de Gegman Lee
Cargamos los barcos.
Insistimos al retoño del vapor,
a mover las olas con la proa oxidada.
Y quién iba a decir
que después de todo,
el mar no era solo lo que se pintó
en el horizonte,
que se podía atrapar entre los dedos,
pero las manos
se vieron diminutas ante tanto azul.
Azul se ha vuelto el ahogo
como nuestras mejillas
al sentir el frío, irónicamente
después de haber cargado
los barcos de vapor
para poder llegar al horizonte.
No fue hasta el arranque que nos dimos cuenta
que él también marcha para huir cada vez más lejos de los ojos.
